martes, 23 de marzo de 2010

El dinero da la felicidad sólo si nos hace más ricos que a otros, sugiere es...

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vía Tendencias 21 de Yaiza Martínez el 23/03/10

Un estudio realizado por científicos de las universidades de Warwick y de Cardiff, en el Reino Unido, ha revelado que el dinero sólo hace más felices a las personas si mejora su estatus social: la gente se siente más satisfecha, en realidad, no por ganar más sino por estar mejor pagada que sus amigos o compañeros de trabajo.

Los investigadores trataron de averiguar porqué la felicidad de los individuos de los países ricos no ha aumentado de media en los últimos 40 años, a pesar de que el crecimiento económico ha conllevado un aumento considerable en los ingresos.

Constataron así que la posición aventajada de los ingresos individuales con respecto a los ingresos de otros (del mismo sexo, edad, nivel educativo o de la misma área geográfica) servía para predecir la satisfacción vital general.

Por el contrario, la cantidad de los ingresos por sí misma no parecía tener un efecto significativo en la dicha de cada individuo. Estos resultados explicarían porqué la riqueza de una sociedad no conlleva una felicidad mayor de los individuos que la componen, señalan los investigadores.

Más información
(Tendencias21)

El cerebro es el creador y beneficiario de la religiosidad

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vía Tendencias 21 de Yaiza Martínez el 23/03/10
El antropólogo Lionel Tiger y el neurocientífico Michael McGuire han publicado recientemente un libro titulado God's Brain, en el que se da una novedosa explicación al hecho de que la religión sea un fenómeno presente y persistente en todas las sociedades humanas. Según ellos, el cerebro habría sido el creador de la religiosidad y, también, el principal beneficiario de este fenómeno. Los investigadores sugieren que el estrés propio de la vida cotidiana, capaz de modificar la química del cerebro, encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a apaciguarse. Por Yaiza Martínez.
El cerebro es el creador y beneficiario de la religiosidad
Lionel Tiger, antropólogo de la Rutgers University de Estados Unidos, y Michael McGuire, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de California en Los Ángeles, han publicado recientemente un libro titulado God's Brain, en el que se da una novedosa explicación al hecho de que la religión sea un fenómeno presente y persistente en todas las sociedades humanas.

Tiger y McGuire, que han basado su explicación en la biología evolutiva y en las ciencias del cerebro, responden en su obra a las preguntas clásicas: ¿cuál es el propósito de la religión?, ¿cómo surge?, ¿de dónde procede? o ¿por qué cada cultura presenta sus propias formas religiosas?

La respuesta que aportan es sencilla, pero al mismo tiempo muy compleja: el cerebro es el creador de la religión y de los diversos conceptos de Dios y, además, nutre su propia creación para satisfacer necesidades neurológicas innatas y necesidades sociales relacionadas con ellas.

Religión necesaria para el cerebro

Según publica Eurekalert, la perspectiva de Tiger y McGuire se centra, por tanto, en cómo el cerebro humano ha desarrollado y ha buscado la religión.

La neurología ha revelado que los humanos y otros primates similares suelen estar sometidos a altos niveles de estrés procedentes de fuentes ineludibles. Dichas fuentes son descritas por los científicos en su libro como "tormento cerebral" ("brainpain").

Para lidiar con estas tensiones, se necesita encontrar un "apaciguamiento cerebral" ("brainsoothe"). Tiger y McGuire afirman que las religiones y sus estructuras sociales propician dicho apaciguamiento, aliviando así la ansiedad que nos es innata y que se deriva de las circunstancias más corrientes de la vida.

En el cerebro, y según observaciones detalladas realizadas en los últimos tiempos, la química se ve afectada y modificada como consecuencia del estrés. A este respecto, la religión tiene efectos paliativos en la química del cerebro que no pueden proporcionar remedios no-religiosos.

Alivio y normas

A nivel social, según los autores, la religión ayuda a que se desarrollen ciertos aspectos positivos de la socialización, regula las conductas sexuales, ayuda a soportar la realidad de la muerte, gracias a la idea de la vida después de ésta; y también puede influir con sus normas de comportamiento en las leyes.

Esencialmente, McGuire y Tiger ven, por tanto, la religión como mecanismo de adaptación del cerebro para afrontar la ansiedad el miedo y el estrés propios del entorno en el que la vida humana se desarrolla, publica Blogcritics.

La socialización, los rituales y las creencias religiosas ayudarían al cerebro a apaciguarse, a soportar las tensiones corrientes. Un ejemplo que aportan los autores es el de la culpa: a través de ciertos rituales religiosos, como la confesión de los católicos o la oración, los individuos pueden pedir perdón por sus pecados y liberar así cierta cantidad de estrés.
Comprender la naturaleza de la religiosidad

Tiger y McGuire no son los primeros científicos que han analizado el papel del cerebro en la religión. Algunos especialistas han señalado que la religión es una herramienta evolutiva que ha servido a los seres humanos para afrontar el conocimiento de la muerte como algo inevitable, una capacidad que otras especies no poseen.

Otra idea existente sobre el papel del cerebro en la religiosidad humana es que ésta sería el resultado de conexiones neuronales que se formaron inicialmente con fines distintos, no religiosos, para dar lugar a ciertas capacidades cognitivas únicas de nuestra especie.

Lo que han hecho Tiger y McGuire, como antropólogo y neurocientífico respectivamente, ha sido combinar sus especialidades para concluir que el cerebro es tanto la fuente como el principal beneficiario de la religión.

Según ellos, con el presente libro no se pretende negar la verdad o afirmar la falsedad de las religiones, sino que, simplemente, y dado que la religiosidad humana parece tan necesaria para nuestra especie como el oxígeno, se intenta comprender su naturaleza.
(Tendencias21)

Mi Máquina del Tiempo


Tengo mi máquina del tiempo.


Me acomodo, me abrocho el cinturón y oprimo el botón.


¿A dónde voy?


A donde la imaginación me lleve. ¡Ah! Y no olvido llevar papel y lápiz para anotarlo todo.



jueves, 18 de marzo de 2010

REPTIL


REPTIL ::: http://www.metroflog.com/guerrillero85
Yo se de amores
lo que un sacerdote
de ciencias, lo que
un soldado de la paz.

Yo se de amores
lo que hay que saber,
todo cuanto hay que decir,
y es que de amor nada se.

Corazón interfas...

Por Guerrillero Revolucionario


viernes, 13 de noviembre de 2009

Una Palabra Incómoda

Una palabra incómoda.

En memoria de la CANACA.


Es incómodo hablar de esto. Pero alguien me dijo que hablar de los problemas ayuda. No lo creo tanto pero aquí voy.

Cada vez que alguien me decía "pendejo" yo caía profundamente dormido. No podía salir con los amigos porque era seguro de que me la pasaría dormido. Y es que, parece mentira, pero cuando alguien le dice a otro "pendejo", curiosamente ese otro se apendeja más. Yo no es que me apendejara más, simplemente caía dormido sin que los amigos pudieran despertarme porque para hacerlo me decían: "Ya, despierta, pendejo". Y yo caía otra vez dormido.

Este problema que les cuento tiene sus raíces psicológicas desde la infancia. Como todo niño hiperactivo, las noches parecían días. Así que mis progenitores para poder dormirme siempre me decían: "Ya duérmete, pendejo". Ahora imaginen esta frase repetida dos o tres veces al día desde la cuna, pues terminé programado mentalmente para responder al sueño cada vez que escuchara pronunciar la palabra incómoda: "pendejo".

Es un problema ya superado. Ahora reacciono igual que los demás cuando alguien les dice: "pendejo", ya sea apendejándome más o bien agarrándome a trompadas, como ocurrió aquel día en que un peruano, después de que yo terminara de contar un chiste, me dijo a las risas: "Me gusta tu cara de pendejo".

-¡No, ya deja de golpearlo! –intervino rápidamente su novia que es mexicana.

-Eso se merece y más –le dije.

-Si serás pendejo –me dijo otra vez la femenina boquita, y añadió:- Él no quiso insultarte.

-Eso es verdad –apuntó el más letrado.- En Perú usan el vocablo "pendejo" para decir que eres gracioso, juguetón, travieso.

-Pues será el sereno, pero debió asegurarse antes de lo que significa aquí en México.

En otra ocasión, en una reunión con los intelectuales más selectos del barrio hubo otro altercado entre una mexicana y una colombiana, y es que a ésta última se le ocurrió decir: "Mi madre es bien pendeja".

La mexicana indignada ante tal insulto le dio tremendo sopla-mocos a la hija malcriada. ¿Cómo es posible que se exprese así de su propia madre? Con sangre en la nariz, la colombiana nos explicó que jamás insultaría a su madre por ningún motivo. Lo que quiso decir es que su madre es bien "miedosa".

Arturo Úslar Pietri, escritor venezolano y de otros oficios más, en entrevista televisada usó la palabra "pendejo". Fue tan aceptada que los venezolanos, al poco tiempo organizaron una concurrida "Marcha de Los Pendejos", tanto sugirió para los venezolanos crear la "Orden de los Pendejos". Con esta palabrita se refiere a los venezolanos de bien, a los que defienden la libertad y la democracia, a la dignidad, a los que llevan la viveza criolla y la vena india.

Buscando la etimología de la palabra encuentro que viene del latín pectinicŭlus, formada de Pecten como le llamaban a los pelos del pubis o los vellos del ano, e icŭlus que es el diminutivo. O sea, pelitos del pubis o vellitos del culo.

Ahora, como ya lo sé, la palabra tiene distintas sentencias según la región. La mayoría de los países de América latina la usan como sinónimo de "burro". En Costa Rica como cobardía. En Perú como persona graciosa o taimada. En Argentina, Chile y Uruguay la usan como despectivos para los jóvenes y adolescentes que quieren aparentar ser adultos. Cuba, Puerto Rico y México, es una grave ofensa en la mayoría de los casos (o bien para dormir al niño) y debes evitarla si no quieres terminar con el hocico torcido.

Pero, especialmente en México, hay que estar alertas para saber a qué se refieren cuando nos llaman: pendejo. Porque bien nos pueden estar diciendo: eres un tonto o nos están insultando gravemente o bien nos están diciendo que nos vayamos a dormir.

Sin duda, la palabra incómoda, la usa regularme el mexicano que se siente superior en fuerzas sobre el otro al que va dirigido. Hay un no se qué de cobardía en estos hombres porque jamás se le verá diciéndole pendejo a otro que le supere en fuerzas.

Por otra parte, sospecho que esta palabra ya fue sustituida por otra menos agresiva para evitar la hinchazón de labios o párpados. Tiene su alto grado de camaradería pero denota igualmente la supuesta superioridad intelectual sin el abuso o la seguridad de la fuerza física. Esta palabra es… no sé cómo escribirlo, pues la RAE (la Real Academia Española y no Ruego Aprendas a Escribir) no se pone de acuerdo si debemos escribirlo: Güey o Wey, aunque otros sugieren que sea Wuey. No lo sé, yo sugiero que se escriba Güey, aunque cueste un poquito más por aquello de la diéresis que muchos no la encuentran en su teclado. Ahora que si eres de los pubertos te gustarán escribirlo Wey y "wy" en tus mensajes de texto o "pdj" para usar la palabra más fuerte. Pero, escribir "wuey", ¡nunca!

De cualquier modo, respecto del mexicano, cuando insulta a alguien más debilucho diciéndole pendejo tengo mis dudas de quién realmente es el pendejo. Lo que sigue lo ilustra muy bien:

Estando en "la hora del amigo", ya saben, la cervecita al dos por uno o con botana, uno de los camaradas ve entrar a un menesteroso pidiendo su limosnita y nos dice:

-Ven a ese pendejo.

-Sí, ¿por qué? –respondimos todos.

-Porque es bien pendejo. Vean si no.

El camarada lo llama. Parece que ya se conocen de antaño. Saca dos monedas: un de cinco pesos y otra de diez pesos. Las pone sobre la mesa. Cuando el susodicho llega lo invita a tomar una de las monedas. Sonríe. Sus dientes no están completos. Toma la moneda de cinco pesos, expresa su infinito agradecimiento con inclinaciones y se marcha a pedir más ayuda. ¿Para qué? Eso no nos importa.

-¿Ya vieron que es un pendejo?

Todos estuvimos de acuerdo porque cualquier otro hubiese tomado la moneda de diez pesos.

-Siempre que vengo aquí, confirmo lo mismo –añadió el camarada.

Se me ocurre levantarme e ir al baño para enviarles mis cordiales saludos a los diputados. En el camino tropiezo con el "pendejo" y le pregunto:

-Oiga, ¿por qué no agarró la moneda de diez pesos que vale más que la de a cinco?

Me mira preocupado como si le obligara a descubrir su secreto, pero también algo lo impulsó a desahogarse.

-Se lo voy a decir, porque es la primera vez que lo miro por aquí, pero no le vaya a decir a su amigo. Cada vez que él viene, que es todos los días, me pone las dos mismas monedas: una de a cinco y otra de a diez para demostrarle a sus amigos que yo soy un pendejo porque siempre tomo la de menos valor. ¿Usted sabe qué pasaría si yo tomara la de a diez pesos?

-No –dije interesado por saber.

-Pues dejaría él de hacer la misma demostración a sus amigos y yo dejaría de recibir cincuenta mil pesos todos los días.





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