viernes, 13 de noviembre de 2009

Una Palabra Incómoda

Una palabra incómoda.

En memoria de la CANACA.


Es incómodo hablar de esto. Pero alguien me dijo que hablar de los problemas ayuda. No lo creo tanto pero aquí voy.

Cada vez que alguien me decía "pendejo" yo caía profundamente dormido. No podía salir con los amigos porque era seguro de que me la pasaría dormido. Y es que, parece mentira, pero cuando alguien le dice a otro "pendejo", curiosamente ese otro se apendeja más. Yo no es que me apendejara más, simplemente caía dormido sin que los amigos pudieran despertarme porque para hacerlo me decían: "Ya, despierta, pendejo". Y yo caía otra vez dormido.

Este problema que les cuento tiene sus raíces psicológicas desde la infancia. Como todo niño hiperactivo, las noches parecían días. Así que mis progenitores para poder dormirme siempre me decían: "Ya duérmete, pendejo". Ahora imaginen esta frase repetida dos o tres veces al día desde la cuna, pues terminé programado mentalmente para responder al sueño cada vez que escuchara pronunciar la palabra incómoda: "pendejo".

Es un problema ya superado. Ahora reacciono igual que los demás cuando alguien les dice: "pendejo", ya sea apendejándome más o bien agarrándome a trompadas, como ocurrió aquel día en que un peruano, después de que yo terminara de contar un chiste, me dijo a las risas: "Me gusta tu cara de pendejo".

-¡No, ya deja de golpearlo! –intervino rápidamente su novia que es mexicana.

-Eso se merece y más –le dije.

-Si serás pendejo –me dijo otra vez la femenina boquita, y añadió:- Él no quiso insultarte.

-Eso es verdad –apuntó el más letrado.- En Perú usan el vocablo "pendejo" para decir que eres gracioso, juguetón, travieso.

-Pues será el sereno, pero debió asegurarse antes de lo que significa aquí en México.

En otra ocasión, en una reunión con los intelectuales más selectos del barrio hubo otro altercado entre una mexicana y una colombiana, y es que a ésta última se le ocurrió decir: "Mi madre es bien pendeja".

La mexicana indignada ante tal insulto le dio tremendo sopla-mocos a la hija malcriada. ¿Cómo es posible que se exprese así de su propia madre? Con sangre en la nariz, la colombiana nos explicó que jamás insultaría a su madre por ningún motivo. Lo que quiso decir es que su madre es bien "miedosa".

Arturo Úslar Pietri, escritor venezolano y de otros oficios más, en entrevista televisada usó la palabra "pendejo". Fue tan aceptada que los venezolanos, al poco tiempo organizaron una concurrida "Marcha de Los Pendejos", tanto sugirió para los venezolanos crear la "Orden de los Pendejos". Con esta palabrita se refiere a los venezolanos de bien, a los que defienden la libertad y la democracia, a la dignidad, a los que llevan la viveza criolla y la vena india.

Buscando la etimología de la palabra encuentro que viene del latín pectinicŭlus, formada de Pecten como le llamaban a los pelos del pubis o los vellos del ano, e icŭlus que es el diminutivo. O sea, pelitos del pubis o vellitos del culo.

Ahora, como ya lo sé, la palabra tiene distintas sentencias según la región. La mayoría de los países de América latina la usan como sinónimo de "burro". En Costa Rica como cobardía. En Perú como persona graciosa o taimada. En Argentina, Chile y Uruguay la usan como despectivos para los jóvenes y adolescentes que quieren aparentar ser adultos. Cuba, Puerto Rico y México, es una grave ofensa en la mayoría de los casos (o bien para dormir al niño) y debes evitarla si no quieres terminar con el hocico torcido.

Pero, especialmente en México, hay que estar alertas para saber a qué se refieren cuando nos llaman: pendejo. Porque bien nos pueden estar diciendo: eres un tonto o nos están insultando gravemente o bien nos están diciendo que nos vayamos a dormir.

Sin duda, la palabra incómoda, la usa regularme el mexicano que se siente superior en fuerzas sobre el otro al que va dirigido. Hay un no se qué de cobardía en estos hombres porque jamás se le verá diciéndole pendejo a otro que le supere en fuerzas.

Por otra parte, sospecho que esta palabra ya fue sustituida por otra menos agresiva para evitar la hinchazón de labios o párpados. Tiene su alto grado de camaradería pero denota igualmente la supuesta superioridad intelectual sin el abuso o la seguridad de la fuerza física. Esta palabra es… no sé cómo escribirlo, pues la RAE (la Real Academia Española y no Ruego Aprendas a Escribir) no se pone de acuerdo si debemos escribirlo: Güey o Wey, aunque otros sugieren que sea Wuey. No lo sé, yo sugiero que se escriba Güey, aunque cueste un poquito más por aquello de la diéresis que muchos no la encuentran en su teclado. Ahora que si eres de los pubertos te gustarán escribirlo Wey y "wy" en tus mensajes de texto o "pdj" para usar la palabra más fuerte. Pero, escribir "wuey", ¡nunca!

De cualquier modo, respecto del mexicano, cuando insulta a alguien más debilucho diciéndole pendejo tengo mis dudas de quién realmente es el pendejo. Lo que sigue lo ilustra muy bien:

Estando en "la hora del amigo", ya saben, la cervecita al dos por uno o con botana, uno de los camaradas ve entrar a un menesteroso pidiendo su limosnita y nos dice:

-Ven a ese pendejo.

-Sí, ¿por qué? –respondimos todos.

-Porque es bien pendejo. Vean si no.

El camarada lo llama. Parece que ya se conocen de antaño. Saca dos monedas: un de cinco pesos y otra de diez pesos. Las pone sobre la mesa. Cuando el susodicho llega lo invita a tomar una de las monedas. Sonríe. Sus dientes no están completos. Toma la moneda de cinco pesos, expresa su infinito agradecimiento con inclinaciones y se marcha a pedir más ayuda. ¿Para qué? Eso no nos importa.

-¿Ya vieron que es un pendejo?

Todos estuvimos de acuerdo porque cualquier otro hubiese tomado la moneda de diez pesos.

-Siempre que vengo aquí, confirmo lo mismo –añadió el camarada.

Se me ocurre levantarme e ir al baño para enviarles mis cordiales saludos a los diputados. En el camino tropiezo con el "pendejo" y le pregunto:

-Oiga, ¿por qué no agarró la moneda de diez pesos que vale más que la de a cinco?

Me mira preocupado como si le obligara a descubrir su secreto, pero también algo lo impulsó a desahogarse.

-Se lo voy a decir, porque es la primera vez que lo miro por aquí, pero no le vaya a decir a su amigo. Cada vez que él viene, que es todos los días, me pone las dos mismas monedas: una de a cinco y otra de a diez para demostrarle a sus amigos que yo soy un pendejo porque siempre tomo la de menos valor. ¿Usted sabe qué pasaría si yo tomara la de a diez pesos?

-No –dije interesado por saber.

-Pues dejaría él de hacer la misma demostración a sus amigos y yo dejaría de recibir cincuenta mil pesos todos los días.





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