Elegir es rechazar. Es eso a lo que en economía se le llama coste de oportunidad. Hacer una cosa en lugar de hacer otra, suponiendo que siempre la utilidad que a uno le reporta la actividad ejecutada es mayor que la que se puede recibir - o percibir - realizando la rechazada. Exactamente igual es la vida, de hecho, al haber elegido escribir esta nueva entrada, estoy rechazando a su vez, realizar cualquier otra cosa.
Cada uno tiene sus preferencias. Elegimos. De tal modo que la mía es tener un corazón noble en vez de una mente privilegiada o astuta. Prefiero confundirme cien veces a no saber aceptar una derrota. Prefiero confundirme digo, a tener que aceptar una opinión no compartida de una gran mayoria. Prefiero no entender los "por qués". O algo mejor, prefiero ignorar. A su vez también prefiero que ignores todo, absolutamente todo sobre mi. Ya estoy acostumbrado a los días de frio bajo el sol.
Menos por más. Más por menos. Al menos, puedo mirar hacia el frente. Si fuera astuto, no dormiría hasta encontrar con la forma de esconderme. O quizás ya la habría encontrado. Y cuanto menos quiero, más recuerdo. Menos puedo dejar de olvidar.
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