jueves, 24 de enero de 2008

POLÍTICA Y CORRUPCIÓN.

Por: Anselmo Bautista López.
Autor del Libro: PRISIONES.



Saludos:

Cuando observo la pobreza y la irrisible economía mexicana que en lugar de crecer va en deterioro y no por falta de esfuerzos para avanzar ni por falta de intelecto, no puedo más que sospechar que algo se ha corrompido.

Cuando los partidos políticos, en tiempos electorales, no utilizan adecuadamente los recursos económicos para sus campañas; no contienden limpiamente; no proponen ninguna plataforma sustentable; no demuestran capacidad para el diálogo y mucho menos para ponerse de acuerdo en proyectos de nación; y sí, en cambio, llenan sus debates en tono de competencia dejando fluir el ardor de sus deseos por llegar al poder profiriendo, inclusive, injurias y calumnias [que tal vez son verdades] al enemigo; limitando la campaña en hacer gala y alarde del candidato sobre una pasarela; en detener proyectos viables y necesarios para el país proponiendo iniciativas en las que anteponen sus propios intereses partidistas y no de nación… A esto yo le llamo corrupción.

Cuando un funcionario público no ejerce con honestidad, responsabilidad y dirección cada una de sus funciones... A esto yo le llamo corrupción.

Cuando un ciudadano común y corriente extiende un billete a cualquier servidor público para verse favorecido… también lo llamo un acto de corrupción.

Cuando el niño chantajea emocionalmente a su madre para que ésta cumpla su capricho y se hace… A esto yo lo llamo el principio de un nuevo corrupto.

Por doquier vemos las injusticias, el nepotismo, el tráfico de influencias, las mordidas, la protección a la impunidad, sobornos, los compadrazgos… En fin, por doquier vemos estas cosas que nos humillan, haciéndonos sentir impotentes y arrinconados, y a veces hasta con un dolor de estómago sobrevenido de un coraje.

No cabe duda que la corrupción es la pus de cualquier órgano social.

La carente participación política de un pueblo y la falta de una educación intelectual hacen que no se pueda comprender la problemática y solución de la corrupción, cada vez más enrarecido y prolongado.

Es aquí, tal vez, donde se cierne radicalmente el problema del subdesarrollo. Por tanto, no hay mayor problema que la solución al problema de la corrupción, la cual, no puede tratársele únicamente desde un punto de vista teórico–legal, puesto que el Derecho no orienta ni canaliza la vida hacia un futuro de progreso constante. Más bien la limita. Es así que, sin existir la voluntad de estar al margen del Derecho, se traspasa esa línea divisoria entre lo legal y lo ilegal.

La sociedad dentro de su propia evolución sufre un empuje hacia delante, por ello, las Leyes deben estar a su altura, de otra manera se convierten en un anacronismo. Aplicables, sí, pero no operables. En el peor de los casos, estancan la actividad social, la reducen, la empobrecen como sucede dentro de la vida campesina, obrera y empresarial de México.

A ello hay que sumarle, el abuso de poder y las consecuencias todas que este abuso acarrea: Leyes injustas o preferenciales, tráfico de influencias, sobornos, prepotencias, injusticias, rapiña, y sobre todo la falta de interés por implementar una efectiva educación intelectual y cívica.

El sector estudiantil es la que más alejada está de la vida real. Nuestras Universidades son un lugar generadora de ensueños. Ahí, el estudiante vive en el limbo de los ambiciosos proyectos. Cuando entra a la vida económica real y ordinaria, sus ojos recobran la vista después de largos años de miopía.

***
Arnulfo Gamboa, uno de los personajes de mi novela Prisiones, que encarna el pensamiento Darwiniano con un toque de nacionalismo, ilustra muy bien el mundo y las raíces de la corrupción durante todo el desarrollo de sus diálogos.

…¿qué me dices de la corrupción? ¿No crees que los delitos de cuello blanco hagan más daño a una comunidad? En cada tranza, en cada mordida que dan al erario del Estado, a los bienes públicos, por cada soborno, cada acto de corrupción, dejan sin comer a muchas familias orillándolas a la delincuencia, a la miseria, a la desesperación y al suicidio. ¿Y quién dice o hace algo para acabar con esos crímenes silenciosos? El mismo Congreso favorece a estos delincuentes oficiales. (…)

¿Qué me dices de los rescates bancarios, los rescates a la industria y el tráfico de influencias que opera en las altas esferas? ¿A qué te huelen la piratería y los coyotes? (…)

El narcotráfico no se hubiera extendido tanto si funcionarios de alto nivel no estuvieran involucrados. (…)

—Todo, todo lo que sale en los periódicos y las noticias me pone de mal humor, lo mismo que la flojedad y la manera en que manipulan sus reseñas, pero sobre todo el consentimiento del pueblo que permite que aún los sigan pisoteando y humillando.

Tenemos que enseñar a nuestra gente a ser hombres, a enseñarles por qué y para qué trabajan y pagan impuestos. Los mexicanos no podemos permitir seguir siendo defraudados y explotados. No tenemos nada que nos haga estar en el centro de las miradas que volteen hacia nosotros con admiración. Nuestros científicos se labran en el extranjero; nuestra prensa sigue siendo mercenaria, nuestros políticos y gobernantes siguen siendo rapaces, nuestras escuelas populares las han reducido a la mediocridad.

Tenemos gente con un potencial increíble que se está malogrando por la podredumbre oficial que apesta y carcome el cerebro.

Tenemos dos Méxicos: El del gobierno que no le importa el pueblo y el pueblo que no le importa cómo gobiernen.

Debemos ver de cara al futuro y estar a la vanguardia de los últimos acontecimientos mundiales científicos, tecnológicos, económicos, sin ceder a los intereses de otras naciones. Necesitamos crear por vez primera nuestra soberanía, protegerla y conservarla con nuestra vida. Estamos en una guerra Económica Mundial sin cuartel, sin moral, sin escrúpulos, sin bondades, sin tientos del corazón. Pero para tomar las armas, primero hay que depurar nuestro ejército y acabar con los traidores de nuestra nación, acabar con todas las ratas de cola larga y cola chica que gobiernan nuestra casa, acabar con los que han vendido y siguen vendiendo nuestros muros. Dejemos de ser un país con instinto de sepultura, amante del ataúd; mejor salgamos del féretro como el vampiro durante la noche para anemiar, no a nosotros mismos, sino para chupar sangre del vecino que nos dé la fortaleza que requerimos...

Es necesario limpiar el estiércol de nuestras instituciones. No basta tener buenas intenciones. ¡No! Quien tiene buenas intenciones se corrompe con facilidad tan pronto le pica el mosco de la avaricia o se acobarda tan pronto está en peligro.

Si no hacemos nada por este país, llegará otra vez el día en que nos veamos con penachos comiendo carne humana.

Luchamos contra el enemigo, contra el poder vacío e irresponsable. Ya lo dijo Carlos Fuentes sintetizado, perfectamente sintetizado: "Valor—poder—responsabilidad son la gran unidad, la que nos liga a unos con otros, con la naturaleza y con Dios."

Lo que queremos es sepultar toda esa escoria formada de varios decenios para acá.

En nuestro equipo no nos metemos zancadillas ni nos picamos los ojos. Si es necesario ponemos nuestras espaldas para que otro suba, porque al hacerlo todos nos posicionamos. Entre nosotros practicamos una real democracia; no como la de esos huele rabos de la política. Aquí no todos somos iguales ni todos tienen las mismas oportunidades, eso lo comprendemos muy bien. Sabemos reconocer al mejor, al más apto, para desempeñar una función. Dentro de La Neoesencia no hay compadrazgos, no ejercemos la influencia ni hacemos subir al que nos venga en gana ni siquiera por su bonito trasero. Aquí no hay cabida para los lambiscones ni los flojos. Nadie ejerce derechos de antigüedad ni obtiene favoritismos por amistad ni por cualquier otra índole. Quien quiera subir tendrá que sobarse el lomo para merecerlo y, desde luego, tener la aptitud, ser fiel a los estatutos del Plan y de La Neoesencia.

Al mexicano nadie le teme. Esto lo saben muy bien los políticos y todo funcionario público. Por eso hacen lo que se les viene en gana. Les roban, les defraudan, en fin. La mayoría de éstos ha sido un traidor a la patria, la han exprimido y han puesto a tambalear a la nación. Nuestro país está lacerado, por doquier vemos la rapiña, grupos oficiales de corrupción, proteccionismo, mucho poder y poco rendimiento, mucha demagogia y escaso intelecto; y del otro extremo mucha indiferencia, apatía, consentimiento, mediocridad y resignación. Los apóstoles de las bonitas palabras nos aconsejan la tolerancia. Ya no hay tiempo para seguir tolerando esta situación. Hay que crear por vez primera y definir el concepto Mexicanos...

***

Con Arnulfo, vemos a un hombre empeñado en hacer de México un país fuerte y poderoso en sus distintos niveles, pero su mayor preocupación se centra es combatir precisamente la corrupción.
En otro diálogo entre Demetrio, personaje principal de mi novela Prisiones, y Ramiro, amigo suyo, se describe de manera crítica una pequeña faceta de la labor y comportamiento oficial:

—¿Qué tal si litigo? (Preguntó Demetrio)
Ramiro chasqueó la boca desaprobando.
—No, viejo. Ya estamos hasta la madre de abogados. Te morirás de hambre.
—¿Y no estamos también saturados de burócratas? —replicó tozudo.
—Cierto, pero tendrías un ingreso seguro. No hay como pertenecer a la nómina. Tú sabes, prestaciones, vacaciones, seguro social, puentes...
—¿No te da vergüenza hablar así, Ramiro? ¿Tan mediocre, corriente e insignificante? Hasta pareces del Sindicato de Maestros.
—Entiendo que tienes coraje contra el sistema...
—Te equivocas. ¿Has pensado qué harás cuando te den una patada en el culo? Podredumbre y carroña hay en toda institución gubernamental que conservan una cultura de acabados. Agencias, todas, de colocaciones. Quieren que des tu vida por un plato de frijoles y si quieres ascender tienes que aprender a lamer culos. Ahí no importa que hagas las cosas bien o mal sino que te hagas pendejo. Si trabajas duro como las mulas te aumentan el trabajo para que revientes, renuncies y coloquen a otro de su preferencia. Si eres flojo, entonces te pican las nalgas como si fueras yunta. La cosa es que no terminan de joderte nunca. Y para colmo se inventan más papeleo que sirve para un carajo. Mucho esfuerzo y poco rendimiento, Ramiro. De no ser así, tendríamos un Estado y un país mejor. Esas son nuestras instituciones. Y si no quieres esas presiones y hostigamientos entonces debes mocharte y ser servicial con los intereses del jefe para que te tenga en mejor consideración. En pocas palabras, de uno u otro modo te arrojan a la mediocridad, te convierten en un insignificante y mezquino empleaducho, a parte de que te obligan a ser corrupto. Lo único que no debes hacer es desempeñar lo mejor posible tu labor. Tampoco debes tener cerebro ni iniciativa porque eso ofende a los superiores; la inteligencia les hace sombra y la agarran contigo, te destruyen.
Ramiro se encogió de hombros, y dijo:

—¿Qué podemos hacer? Así funciona todo en el gobierno. Si el mundo es cínico entonces el hombre puede serlo también. Sé más flexible y adáptate al movimiento. Chinga que atrás te vienen chingando. Muévete como todos los demás. ¿Qué puedes hacer tú para cambiar las cosas? Todos necesitamos un trabajo, ¿no? ¿Qué importa si para conservarlo tenemos que hacerle la barba al jefe o hacerlo nuestro compadre para ascender?

***
Aquí podemos observar que la corrupción está muy ligada a una escasa cultura política y cívica, a una escasez de valores éticos tanto de los directores del país como del mismo ciudadano común. En cambio, vemos una alta tendencia a perseguir intereses egoístas y avaros sin importar los medios para alcanzarlos y sin importar si éstos se encuentran dentro del marco de la Ley.

Lo cual provoca, por ejemplo, que el campesino viva en una isla solitaria languideciendo en las esquinas de la sociedad o encontrándose desterrado en su propia tierra en medio de un inmenso océano de prosperidad material, porque la producción y distribución de bienes se halla por completo acaparada y desorganizada, de manera que la mayoría vive temeroso ante la posibilidad de que su economía se vea eliminado y sufrir así la falta de lo necesario.

Yo no desconozco los motivos del por qué se cruza ilegalmente la frontera norte con muchos esfuerzos y tribulaciones. Algunos por la desesperación de ver a su familia morir de hambre, otros por que sus derechos de libertad han sido golpeados. En fin, que los motivos los hay diversos.

Tenemos compatriotas que dudan del destino de nuestro país a la que ven como una nación que ha perdido vitalidad, sin ningún mensaje alentador que dirigir. Nuestros gobernantes han puesto a temblar a muchos conciudadanos que han decidido por preparar la fuga con el sentimiento de la desilusión, la angustia y el escepticismo sobre las instituciones, las leyes y los hombres que la dirigen, viendo cómo el país se desintegra.

Están cansados de testificar cómo algunos lucran y se aprovechan impunemente. Quieren honestidad en la dirección y no partidos ni instituciones que sean sólo oficinas de contratación de empleo.
Nuestros compatriotas que han cruzado la frontera y nuestros casi 60 millones que viven en la pobreza me recuerdan constantemente que nuestros gobernantes han incumplido las magníficas palabras de nuestra Constitución, en lo que respecta a garantizar a todos una vida digna, seguridad social, producción de riqueza, empleos, salud…

En lugar de honrar su actividad pública sirviendo al pueblo, se han limitado a extender cheques del Banco de Justicia, con el sello de “fondos insuficientes”, haciendo irreales las promesas de Democracia.

El pueblo mexicano debe salir de los callejones obscuros y desolados hacia el alumbrado de la justicia social. Sacar al país de sus arenas movedizas. Sería fatal para la nación pasar por alto esta urgencia.

Nuestra sed ha venido siendo satisfecha de la taza de la amargura o del odio. No. Nuestra sed debe estar saciada del plano alto de la dignidad y la disciplina. Las protestas y actos creativos en este proceso no deben degenerar en violencia física, sino en el diálogo y dentro del marco de la ley.

No podemos estar satisfechos mientras la aplicación de la justicia no sea cristalina y pareja, mientras el manejo de la Administración Pública no sea en beneficio del pueblo, mientras los comicios no sean transparentes.

El pueblo mismo debe representar la realización de grandes tareas en el porvenir de la patria, y no abandonarse sólo a las decisiones de los directores del país. Debe poner un alto a la corrupción empezando por su propia casa.

Debe ponerse en marcha todo nuestro engranaje intelectual y laboral sobre la construcción de un bienestar colectivo, porque el pueblo es mucho más que un partido político, es mucho más que un hecho electoral.

Es menester que se reaccione y se llegue a un acuerdo nacional para construir el desarrollo económico, levantar la condición de la agricultura tan fuertemente golpeada, desarrollar la industria y la minería. Y para esto es indispensable contar con Universidades que no sólo transmitan el conocimiento teórico, sino también el práctico, pero sobre todo alimentar el espíritu de investigación a las soluciones de problemas reales en aras de alcanzar un ritmo de progreso que no encuentre tropiezos legales, ausencia de mano de obra descalificada o insuficiencia tecnológica o intelectual, y en el último y quizá más relevante de los casos por injerencias políticas de países extranjeros.

Ello implica que el pueblo no sólo tenga entusiasmo para realizar estas cosas, sino también ideas claras en la cabeza. Que tengan no sólo gritos sino también un mensaje que inyecte vitalidad y orgullo.

A esto yo le llamo una campaña sin causar heridas para construir un gobierno que garantice el progreso económico, la justicia y la incorporación del pueblo en forma responsable a la tarea y al beneficio, cuyo programa de gobierno sólo será dueño el mismo pueblo.

Sólo así, enfrascados todos sobre un mismo objetivo común, puedo ver una real democracia a la vez que se desvanecen todos aquellos actos de politiquería y demagogia; vislumbro leyes no sólo creadas para normar la conducta, para reprimir o detener el avance sino para fortalecer; veo una economía que va en aumento y que llega a todas las manos…

Si México ha de ser una gran nación, esto debe hacerse realidad.

Con esta novela, Prisiones, quiero ofrecer a ustedes no sólo una interesante historia sino también un conjunto de hechos y reflexiones tan a propósito para los días que vivimos.

Para concluir, y haciendo honor a mi personaje principal, añado que no será posible combatir la corrupción sin correr graves peligros y quizá perecer en el intento como muchos han perecido, pero por el futuro de nuestros hijos y por amor a ellos, muy bien valdría la pena arriesgarse.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario.

Motor de Búsqueda Sinopsis

Búsqueda personalizada